domingo, 31 de mayo de 2015

dijo el cuervo





en Francia hay una ciudad
una ciudad llamada Nevers
por la ciudad pasa un río
un río llamado la Loire
al borde del río murió un soldado
un soldado alemán
el soldado había amado
junto al río había amado
lo habían amado junto al río

por Nevers pasa un río
un río llamado la Loire
junto al río pasa una peluquera
una peluquera francesa
la peluquera ha amado
junto al mar ha amado
ha sido amada junto al mar

por Nevers pasa un río
nunca para de pasar
junto al río pasa una peluquera
una peluquera con su peluquero
junto al río pasa una peluquera
nunca para de dudar

el río nunca para de pasar
en el mismo río
nunca dos veces te has de bañar
nunca dos veces el mismo amor
habrás de amar

y en su rincón el cuervo
dice: nunca
dice: nunca digas nunca
dice: nunca digas que en el mismo río
dos veces no te habrás de bañar

(Cuento de invierno, Rohmer)

suena la flauta


suena la música
tres veces suena

suena el verano aquel
verano de fotos como postales
postales de felicidad, de playa, de viento
guapo como una postal él
guapa como una postal ella

luego hay cinco años sin música
cinco años de invierno
cinco años sin fotos nuevas
cinco años con sexo pero sin amor
cinco años con sexo pero sin fotos

y un día vuelve la música
es en una iglesia
es la música del verano
la música que suena a postales
sale de ninguna parte
como a veces pasa
en las iglesias
y ella ve
no comprende, ve
y esa es la segunda vez

y una noche suena la flauta
es de nuevo la música del verano
la música de las postales
y hay una estatua
una estatua de una mujer guapa como una estatua
y como suena la flauta la estatua se mueve
ya no es estatua sino mujer viva
mujer perdida y recobrada
la música del verano es la música de los milagros
sin la música no puede ser, no
si no suena la flauta no hay manera, no
pero cuando suena
la flauta siempre tiene razón, sí
y esa es la tercera vez

tres veces suena
suena la música

(Cuento de invierno, Rohmer)

sábado, 30 de mayo de 2015

a nadie le gusta milhouse



lo paso mal
lo paso fatal
lo paso mal fatal por Loïc
me gustaría tanto que me gustara
pero no me gusta, ay, no me gusta
a Félicie tampoco le gusta
no le gusta su nariz
a mí tampoco me gusta su nariz
tan respingona
(como la de Félicie)
no me gusta su carácter
a Félicie tampoco le gusta su carácter
tan blando
(como el mío)
me gustaría tanto que nos gustara
pero no nos gusta, ay, no nos gusta
y cuando recita a Hugo y cuando lee a Platón y cuando razona
no hay nada que hacer
de hecho a Loïc tampoco le gusta Loïc
(estoy seguro)
¡a nadie le gusta Loïc!

le miro la cara
lo aguapo
le imagino otra vida
le imagino otra historia
no hay nada que hacer
lo paso mal
lo paso fatal
y él lo pasa mal fatal

pero aún así va al zoo
pero aún así va al tiovivo
pero aún así reza
(sí, sí, lo creo)
reza por desaparecer
reza por que aparezca Charles
y el milagro sucede
y él ha rezado
y él ha desaparecido

reza Loïc, reza
por desaparecer
por que aparezca Charles
reza Loïc, reza
por no ser Loïc
por despertarse Charles
reza Loïc, reza

(Cuento de invierno, Rohmer)

el milagro es cosa pública



como Félicie
usen el bus
usen el metro
usen el tren
podrán dormir
podrán leer
podrán hablar,
podrán soñar
como Félicie
usen el transporte público

en el transporte público pasan cosas
en el transporte público pasan milagros
aparecen cocineros soñados
aparecen cocineros reales
si usan el coche tendrán que esperar
accidente, atasco, avería
y con suerte pasará
un ángel de la guarda
en porsche
y no pidan más
no reaparecerán cocineros perdidos
los milagros del azar no son cosa privada
los milagros del azar son cosa pública

como Félicie
usen el tren
usen el metro
usen el bus

(Cuento de invierno, Rohmer)

jueves, 14 de mayo de 2015

lo malo es no saber para qué sirve la sed





A while ago somewhere
I don't know when
I was watching 
a movie with a friend
I fell in love with the actress
She was playing a part 
that I could understand.

... no es la película, no, o quizás sí, es el personaje, es la película que se confunde con el personaje, que se hace amar por el personaje, y no es que la entienda, no, al revés, es que no la entiendo, es que duele y se me escapa, entre niña y adulta, entre humana y animal, qué extraño rostro, como afilado, y un codo paralizado, como la muerte que empieza su obra en ella, como si ya se fuese volviendo piedra, pero piedra que arde, como si se le hubiese clavado allí una de esas esquirlas de hielo de la reina de las nieves, y el hielo quema, el hielo arranca la piel, el hielo se nos escapa de las manos, chica un poco chico con su gran jersey, a veces recordamos su cuerpo, a veces lo olvidamos, es un pliegue de pronto, una postura, el cuerpo aparece apenas un instante, y luego se vuelve a mover y es de nuevo esa pura línea recta, esa pura línea tensa, que arde de un amor malvado, de un amor ansioso, un amor que es el amor por un hombre pero que podría ser el amor por el mundo entero, que se vuelve un amor más allá del amor por el hombre, qué extraña historia, un amor por el hombre y por la esposa del hombre, es una sed inextinguible, una sed de años, de toda una vida, en la película se dice, en la película se insinúa, creció sin madre, y llama mamá a la mujer del hombre que ama, y se arrastra borracha a su puerta para que ella la acueste y la mime, una sed inextinguible y que todo lo seca, todo lo destruye, y cómo puede ser entonces que uno se enamore de ella, como ese chico que a veces la acompaña, que con ella brinda y habla, cómo puede uno amar a lo que se le escapa , cómo puede uno amar a esa pura línea, esa pura sed egoísta que seca y quema y llora y se emborracha y tiene un brazo de hielo, un brazo por el que la muerte va llegando, o quizás sea ese brazo, ese codo con la esquirla de hielo, quizás sea esa vieja herida, esa herida de siempre, la extraña llamada de los seres sedientos, de los seres quebrados...
(Elegía del norte, Gosho)

martes, 12 de mayo de 2015

lecciones de perspectiva


... son cuatro chimeneas que a veces parecen tres, a veces parecen dos y a veces hasta parecen una, y es la historia de un hombre pero también de una mujer, y también de otra mujer pero también de otro hombre, así hasta contar no uno, dos, tres y cuatro, sino hasta cinco y seis y siete e incluso ocho, toda historia esconde otra historia que esconde otra historia, y en el medio hay una niña, un bebé que llora y llora y no para de llorar, hasta que por fin lloran los adultos, lloran para bien, lloran para no matarse, y entonces el bebé deja de llorar y es como si cambiase la perspectiva, al desaparecer el ruido del llanto se ve que había otra cosa detrás, y esa otra cosa, chiquita y que parece que sonríe, es un ser humano, es casi como una hija, tan encariñable, sí, deja de llorar y está muy enferma, la ven ya muerta y luego vive, y de nuevo es como si cambiase la perspectiva, el haberla visto muerta y volver a verla viva al amanecer es como si la hubiese hecho nacer una segunda vez, la niña nace a la mirada de ellos, los involuntarios padre adoptivos, pero la película no para de moverse y la perspectiva vuelve a cambiar, la niña es de ellos pero ya no es de ellos, casi da vértigo, detrás de una vida hay otra vida y detrás de esa vida hay otra vida, como las chimeneas, pero el contar de las vidas no es como el de las chimeneas, nunca se detiene, la película es ante todo eso, una lección de perspectiva humana, que es infinita, vistos de este lado y luego de este otro los seres ya no son los mismos para nosotros y no lo son los unos para los otros, aunque en realidad todo esto es una historia de matrimonios, matrimonios en curso, por venir o fracasados, el matrimonio por venir es tan gracioso... se juegan el quererse o no quererse, el casarse o no casarse, a piedra, papel o tijera, y nunca pueden decidir si se quieren o no porque siempre sacan lo mismo los dos, si tú piedra yo piedra, si yo tijera tú tijera, si tú papel yo papel, y la película termina y nunca los hemos visto sino empatar...

(Dónde las chimeneas son vistas, Gosho)

domingo, 10 de mayo de 2015

interior exterior noche



... la cámara se mueve, por la casa se mueve, todos están atentos, todos escuchan, y el movimiento es como una rima, ya antes se movió por aquí, y volverá a hacerlo, es el estribillo o, quizás, la manera de hacer que reconozcamos el lugar, los espacios siguen ahí, los espacios no cambian, pero cambian las vidas dentro de ellos, y lo que hay ahora es una madre y su hijo, y todo lo demás al fondo, la gente que trabaja en la casa, el otro hijo que le gustaría intervenir y no puede, lo que hay ahora son dos cuerpos casi inmóviles, casi silenciosos, él con el uniforme de colegial, con gorra, la cabeza gacha, ella que se sienta, qué cansancio de años, qué cansancio de vida, las manos sobre el regazo, la barbilla le tiembla al hablar como si se fuese a echar a llorar, y entre ellos una diagonal, entre ellos todo ese espacio que hay entre dos vidas que se alejan, y cuanto silencio también, cada palabra es un mundo, cada palabra es un acontecimiento, tímido o cortante o desesperado, cada silencio habla, y he aquí el primer llanto que llega, el de ella, y he aquí el segundo llanto que llega, el de él, y es simplemente una mano que viene al rostro para borrar las lágrimas que aparecen, y este plano hay que verlo, es un plano general, es toda la casa, todo el peso de la casa, del mundo, y él allí en medio, allí chiquito, y ella de espaldas, el cine es un arte del espacio, el espacio entre los seres, el espacio en el que habitan los seres, y ahora cerca, y ahora lejos, ahora el rostro, ahora el mundo, y en ese plano general, en esa mano que viene a borrar las lágrimas, está la casa, está el mundo entero, el espacio exterior, la tierra que es un astro y que flota ahí, y también está el espacio interior, está la pequeña herida esa que hay en el niño y en la madre, la pequeña herida del cansancio y la dificultad de vivir, está el pequeño espacio interior que llora y seca sus lágrimas en medio del gran espacio exterior, qué noche (oscura y del alma), qué miedo, y el niño se descalza y se va, y la madre queda ahí, en el mundo, de espaldas a nosotros, medio tapada por una columna, y ahora, ya sola, llora, sin retenerse llora, y no nos acercamos, no, no hay manera en ese momento de acercarse a ella, está lejos, muy lejos, está sola, muy sola...
(Cuatro estaciones de los niños, Hiroshi Shimizu)

para qué sirven los ríos (3)



... necesitamos los ríos porque necesitamos los puentes, y vale que este puente no pasa exactamente sobre un río, más bien sobre un canal de poca agua, pero si no hubiese habido ríos a nadie se le habría ocurrido inventar los puentes ni los canales, y entonces no estaríamos aquí, en el puente, caminando por donde no fue previsto, caminando por la barandilla con los brazos abiertos, reinventando el puente, que ya no es la manera más segura de pasar de un lado a otro, no, es más bien la manera más insegura de no ir a ninguna parte, la única manera posible, en ese momento, de salvar la distancia que media entre el niño solitario y el grupo de niños que no quieren de ninguna manera jugar con él, a mitad por desafío, a mitad por invención, ved que aquí, en esta barandilla que ni siquiera habíais visto, hay un juego, uno de esos juegos que son difíciles y cuya gracia es que dan un poco de miedo, como subirse a los árboles, más tarde veremos a los otros niños caminando también por la barandilla, haciendo su aprendizaje del peligro, pero también del equilibrio, y para entonces ya todos los niños serán amigos, gracias a la barandilla, gracias al puente, gracias a la existencia de los ríos...

... y además en los ríos hay peces, hay, por ejemplo, carpas, y uno puede ir a verlas cuando está solo y quedarse mirándolas, y probar a darles arroz con los palillos, y ellas bullen y rebullen en el agua, acuden a la voz, y son amigas también, unas amigas a las que ir a ver en los momentos de soledad, para maravillarse de su borboteo, y unas amigas que compartir luego con un hermano, con un abuelo, con los otros niños, sí, los ríos están hechos de recodos y de sorpresas así, a descubrir en soledad, refugios para los malos momentos, pero también secretos que compartir, qué alegría poder ver a las carpas comiendo arroz directamente de los palillos, qué alegría poder compartir esa alegría...

(Cuatro estaciones de los niños, Hiroshi Shimizu)

el plurilito




... por eso aún estoy
en el lugar de siempre...

... y en realidad es muy sencillo y no haría falta decirlo, pero yo necesito decirlo una vez más, repetir la escala, recordarme una vez más que las historias que cuentan las películas son también historias de lugares y de espacios que se repiten, rimas que van cambiando, por ejemplo aquí, en las cuatro estaciones de los chiquillos, de Shimizu, que es la historia de los chiquillos, sí, y de los adultos alrededor, que se mueven, cambian, se cambian para bien y para mal los unos a los otros, pero para que eso suceda, para que ellos cambien y se cambien, para que nosotros de veras lo veamos, tiene que haber como marcas en el camino que no cambien, tiene que haber un puente, dos casas y ese plurilito al borde del camino y un rincón del río donde asoman las carpas y un columpio y un potro de esos de saltar por encima, no de los que están vivos, y que ese potro y ese columpio, por ejemplo, sean lugar de diversión y luego estén prohibidos, estén en curso de embargo, hay que ver a los niños acercarse a ese columpio que sigue siendo el mismo, que no ha cambiado, salvo por un papel que dice que no, que no se puede tocar, y sus manos acercarse sin tocar al columpio, como si les fuese a dar una descarga eléctrica, y luego tocarlo, de todas maneras tocarlo, y aquello no da una descarga, y sobre todo hay que ver al niño que juega sin tocarlo, que salta pasando por entre las dos cuerdas, tan guay él, sí, una película puede ser eso, la historia de los lugares, que no cambian, pero que de pronto son acogedores o están prohibidos, basta una palabra o una mirada y aunque el lugar no haya cambiado ahora es otro, y es algo así como el extraño descubrimiento del tiempo, que cambia a los hombres, y que vuelve extraños los lugares familiares, extraños en nuestra mirada, y entonces comprendemos que tampoco nosotros seremos siempre los que somos pero también descubrimos que el columpio sigue siendo columpio y en el fondo no hay razón para que deje de serlo, porque al fin y al cabo si los hombres cambiaron su mirada, podrían de nuevo volver a cambiarla, y ahí seguirán, esperemos, el columpio y el puente y el río y el plurilito y el potro que no se mueve y por eso podemos saltarlo...

(Cuatro estaciones de los niños, Hiroshi Shimizu)