viernes, 28 de mayo de 2010

Film Socialisme





Si viniera,

si viniera un hombre,

si viniera un hombre al mundo, hoy, con

la barba de luz de

los patriarcas: debería,

si hablara de este

tiempo,

debería

sólo balbucir y balbucir

Paul Celan


Entre los balbuceos de la película dedicada a Rohmer y el no ir al festival de Cannes, no había más que un paso, el paso que no dio.


Algunos dirán que es la mejor, la mejor del festival, la mejor del año, la mejor de su autor, algunos celebrarán el tono más seco, menos fúnebre y melancólico, algunos se quedarán con las imágenes del mar, algunos con el sonido del viento, algunos con el zoom a las ilusiones perdidas, algunos con los objetos, con las naturalezas muertas –la máquina de monedas, el collar derramado à la Paradjanov... Algunos volverán a añorar la época de Le mépris. Algunos, con orgullo tenaz, seguirán saliéndose a mitad de la película, etcétera, etcétera.


(Cuentan que André Bazin, que suspendió oposiciones a maestro por tartamudo, en el estreno de Paisà, al final de la proyección, de la emoción tan fuerte, sólo decía palabras incomprensibles. Cuentan que, concretamente, se vio incapaz de articular la palabra cine).

sábado, 22 de mayo de 2010

Nota a pie de copia (¿conforme?)


Hasta donde me llega el entendimiento, que no es mucho, la diferencia fundamental entre un original y una copia es una diferencia de antes y después. A priori nunca una copia ha precedido al original, a priori.

Esto de antes y después cuenta, y bastante, en la película de Kiarostami. Ahora la destripo. Tápense los oídos, lean pero no se escuchen, como en Los hermanos Marx en el Oeste. Va de una mujer y un hombre. Durante la primera mitad su relación parece la de una mujer y un hombre que acaban de conocerse. Durante la segunda mitad, con el aparente error de una camarera por medio, actúan como si llevasen casados quince años. (“Actúan”, al describir esta película cada palabra se transforma en una trampa. Actores que hacen que hacen algo.) Se multiplican los signos que así lo indican, parece al principio una broma, o un psicodrama improvisado, pero nada nos devuelve a la situación inicial. Hasta el punto de que al llegar el final ya nos estamos viendo una película sobre una mujer y un hombre que acaban de conocerse, sino sobre una mujer y un hombre que llevan quince años casados, malcasados. Aunque sin haber llegado a olvidar del todo la primera situación, y sin que al final se no dé una explicación.

Pero consigue que se vaya borrando la primera situación, la que parecía la original, hasta que lleguemos a dudar de ella, intentemos recordar signos que nos indiquen que la falsa es la primera, el original la segunda, sin que podamos tampoco convencernos. Al final más vale seguir el momento presente, la ficción del momento presente. Aunque eso no sea del todo posible. Y ese no ser del todo posible tan perverso hace la diversión de la película.

Pues eso, antes y después.

(Para más adelante y con más reposo: saber si el original precede siempre a la copia, comprobar si se recuerda algo de ese juego ingenioso que es la película. Hacer, por una vez, crítica, decir si es buena o mala, o todo lo contrario. Decidir si nos conformamos. O quizás: conseguir escribir sobre Film socialismo.)

martes, 18 de mayo de 2010

Desde el autobús: heterodoxos populares




Ayer en el autobús, Madrid-París, un libro gordo y en la tele una de Jackie Chan, ambientada en otra época, primera mitad del siglo veinte, sin los auriculares, de vez en cuando echo un ojo a la pantalla, me quedo mirando bastante rato, vuelvo a la lectura otro rato, vuelvo a Jackie Chan. Cuanto más lo miro, y por mucho que se pelee, y no parece que haga otra cosa, menos me recuerda a un héroe de acción, más me recuerda a un actor cómico, algo así como un actor cómico bueno y popular (de extracción, que se dice), algo así como Cantinflas, el poco Cantinflas que yo conozco, Ahí está el detalle y alguna escena más en Youtube. Jackie Chan se pasa la película peleando, Cantinflas se las pasa hablando, hablando aparentemente de cualquier manera, con torpeza acelerada, en realidad con un virtuosismo de la torpeza y del desorden que acaba contagiando al resto del mundo. Jackie Chan pelea de manera aparentemente más torpe que los otros, más bajito y menos elegante, no es un héroe de acción. En la película que ponían en el autobús tiene varias escenas en las que lucha borracho, en las que se emborracha para luchar mejor (tirando del hilo descubro ahora que se trataba de La leyenda del luchador borracho) , y en cada pausa de la lucha parece que se va a caer, le cuesta mantenerse en pie, sin embargo vuelve al ataque, y por medios poco ortodoxos acaba ganando. Parece que lucha solo reaccionando a lo que tiene por delante, por delante de las narices, hay un momento magnífico en que se encuentra un dedo señalándolo de cerca e intenta morderlo, pero de reacción en reacción aquello acaba teniendo sentido. Al igual que en Cantinflas con la palabra hay en la lucha de Jackie Chan, en lo que vi en la tele del autobús, un arte de la pausa y la aceleración, una relación peculiar a la regla de sus artes, ya sea la palabra o la lucha, una forma de heterodoxia, una respuesta heterodoxa y popular a las reglas de los juegos del poder. (Que parezca que altamente recuperables por el poder ya es otra historia que aclararé según vaya viendo más películas suyas, aunque lo que el poder puede recuperar es el conjunto, la historia, el sentido, pero no el momento, el gesto, la palabra, el baile.)

Postdata: buceando en IMDB descubro que Jackie Chan hizo de Passepartout en una adaptación del 2004 de La vuelta al mundo en ochenta días, como en su día hiciera Cantinflas. Parece que no he descubierto nada nuevo. Y la leyenda del luchador borracho es la segunda parte o el remake de otra peli de Jackie Chan de 1978.