lunes, 30 de noviembre de 2015

Léeme tu lista y te diré quién eres





Si hay una tentación a la que ningún cinéfilo resiste es la de las listas. Es el nombre de su enfermedad. La lista de diez, veinte, cien mejores películas. La lista que no hacemos sino para confrontarla con otras.

La lista isla desierta y la lista corazón al desnudo. Pero apenas la hemos terminado algo nos perturba: ¿Se trata de las más grandes películas o, de manera más modesta, de mis más grandes películas? Y además, entre las últimas, ¿no están aquellas que he visto de niño y adolescente y que, por esa razón, tienen un eterno "derecho de tanteo" sobre mí y sobre las otras películas? ¿Y no están también esas obras maestras, ciertamente incuestionables, pero que hay que tener el valor de descartar porque, en el fondo, podríamos haber vivido sin ellas? Y luego están los avatares de la distribución: Ni siquiera pregunto si ciertas películas (que sé que he visto y me han gustado) se pueden mostrar hoy en día: Rain shine de Capra o Le voleur de femmes de Gance son sueños de una sola noche. (...)

Al responder a la invitación de carta blanca de la Maison de l'image tenía todo esto en mente. El cinéfilo, en efecto, crece, madura, envejece con su lista, su list in progress. Es como el número de su biografía íntima. Acaso sueña que existe alguien, a lo largo del ancho mundo, que al oír los diez títulos fatídicos asiente gravemente con la cabeza, diciendo: ahora ya sé quién eres. Porque, y ahí reside la locura de esta historia que termina quizás bajo nuestros ojos, el cine ha enseñado a los habitantes del siglo XX a buscarse y encontrarse uno por uno en una pantalla tendida para todos. 

Serge Daney, 1991

miércoles, 25 de noviembre de 2015

el tiempo nada más


...ved, es una película de casi nada, de trabajo y de duelo, de soledad acompañada, de lluvia, niebla y hielo, de la muerte como algo irremediable, era y ya no es, había y ya no hay una cabeza sobre una almohada en la cama de matrimonio, de hachazos a las troncos y de árboles que caen, de la mano que dirige esa caída, de canciones, historias, cigarrillos, tabaco que sabe a pólvora porque qué otra cosa pueden fumar, y que les sepa a algo, los carboneros, que viven entre humos...
...y cuando hay que comprender y que sentir la ausencia se vive a golpe de zooms, detalles que se imponen a la mirada del que preferiría no verlos, no recordarlos, zooms como hachazos contra el alma del leñador, que aún así aguanta y no cae...
... es en blanco y negro y es oscura, noche de la hora tardía en la que se vuelve a la cosa donde todo suena a ausencia, noche del cementerio cerrado y la tumba allí adentro, noche del invierno, noche del interior de la cabaña de los leñadores a la luz del fuego, noche de la soledad y de las palabras que no se dicen a nadie, noche increíble del trabajo del carbonero (setenta y dos horas, tres días con sus noches, de trabajo, y un día de descanso), noche negra en la que flota el blanco del humo y se habla de soledad y de las largas horas pasadas pensando... 
...se desmigaja el pan en la sopa y se riega de vino, se construye una cabaña para pasar todos juntos los largos meses de tala, se corta, a hachazos se corta, árbol a árbol va cayendo toda una ladera, va pasando el tiempo, si pasa toda una vida, no va a pasar todo un día, se rellena una cantimplora, se lava la ropa en el río, se prepara polenta, se quema algo, quizás rastrojos, se apartan ramas, se hace carbón, se vuelve a casa...
... los trabajos y los días, de trabajo en trabajo ir viendo y sintiendo el tiempo que pasa, el tiempo día a día de toda una vida, el pasmo de estar vivo cuando de pronto parece que ya no tiene sentido, que ya no merece la pena, el pasmo de recordar que se vive en el tiempo...
...ved, es una película de casi nada...
(Il taglio del bosco, Vittorio Cottafavi)

miércoles, 18 de noviembre de 2015

al calor de un mechero


La película transcurre en un tiempo y lugar en el que en apenas un instante se pasa de la felicidad a la tristeza, de la seriedad a la alegría, como si hubiese mucha hambre de vivir y también mucha pena y ausencia.
El lugar es la Unión Soviética y el tiempo es, creo, un tiempo de guerra, la vi sin subtítulos, no me enteré de nada de lo que decían, pero en los barcos se cargan cañones, por la calle desfilan soldados y en las fábricas y en el puerto tan solo trabajan mujeres, así que creo, sí, que es un tiempo de guerra, quizás la segunda guerra mundial, y la película, adivino, es algo así como la historia de amor entre un soldado de permiso y una mujer, quizás viuda, con un bebé, que trabaja manejando una grúa del puerto.
En el puerto tan solo trabajan mujeres y hay que ver, al final de la película, los rostros de esas mujeres, rostros agotados y resistentes en la nieve, la película empieza con los hombres, con el soldado que llega a la ciudad, pero termina con ellas en la nieve.
Porque es una película en una ciudad nevada, una película donde se dan saltos para ahuyentar el frío, donde se come un poquito de nieve mientras se habla junto a unos troncos cortados, donde el fuego y el calor y la llama de un mechero son un bien preciado.
El frío y el calor van y vienen, como la felicidad y la tristeza, el frío está ahí, en el mundo en el que viven, y la tristeza también, pero eso no quita que haya fuegos a los que arrimarse, eso no quita que aparezca la felicidad, inestable y breve como una llama de mechero, fuegos que aquí son amor y baile y circo.
Porque también hay un circo, con acróbatas, luchadores de torso descomunal, chicas que hacen algo así como gimnasia rítmica y un tipo que toca dos trompetas al mismo tiempo.
Hay nieve y fuegos, felicidad y tristeza, circo y guerra, y en realidad lo primero que vi de la película fue un fragmento que había puesto Pierre Léon, qué majo es, en youtube, vedlo aquí...
¿Veis qué hermoso es el fragmento? Con la acróbata allí arriba y la mujer ahí abajo en pleno encantamiento. Hay que ver cuantas cosas pasan por el rostro de esta actriz. Detrás de ella se ve algo desenfocado, la actriz está recortada contra una proyección que es algo así como lo que ella está viendo, a la acróbata allí arriba girando y girando, y pensé que es cierto, que el encantamiento que se siente a veces cuando uno es espectador habría que filmarlo así, al mismo tiempo la mirada y lo visto, lo visto envolviendo al que mira, o quizás no sea eso, quizás eso que gira tras la mujer sea como el punto de vista de la acróbata, desde ahí abajo la espectadora encantada se siente como si estuviera allí arriba, ve el mundo girar y girar como lo ve la acróbata.
Y ¿veis luego cómo vuelve a casa con ese encantamiento acróbata en el cuerpo? Va con la música del circo sonando en su vida y con esa música abre las puertas a la luz, se calienta las manos, coge al bebé y le ríe y le balancea, bebé acróbata, hasta que el niño se mea sobre ella, oh alegría del pis caliente.
Es la primera y última vez que aparece el bebé, no sé si hablan de él antes. En la película hablan bastante, sobre todo ella. De pronto deja de correr, de bailar o de trabajar y habla.  Hay, por ejemplo, un largo monólogo en un barco abandonado y varado. Primero ella baila, corre y juega. Luego se detiene, apoya los brazos en un timón que ya no guía nada de nada y habla. Es uno de esos momentos en los que tantas cosas pasan por el rostro de ella, del frío al calor, del fuego a la nieve, uno no se aburre viendo ese rostro, aunque no entienda nada, y aunque prefiriese entender, claro, porque lo que dice parece importante para ella, y a esas alturas uno (el espectador, el soldado) ya la quiere lo suficiente como para sentir importante para sí lo que sea importante para ella.
Me gustaría ser capaz de decir más, mucho más. Ser capaz de decir cada uno de los instantes, porque esta es una de esas películas que parecen hechas de momentos de gracia. Decir cada uno de los quiebros de la felicidad a la tristeza y de la tristeza a la felicidad. Decir el instante en el que una mano  agarra un hombro, un hombro que necesita sentir el contacto de esa mano como se necesita el fuego en medio de una gran helada, y decir la brevedad de ese instante y la mano que enseguida se retira, y decir también cómo vemos en ese momento que aquel es un tiempo donde la llama de un mechero es tan preciada y escasa que la mujer apenas duda un instante y sale corriendo tras el hombre, sale corriendo tras un instante más de felicidad.
Y decir que todo esto, toda esta fiebre que pasa sin cesar del frío al calor y del calor al frío, es algo que se filma, plano a plano, encuadre a encuadre, luz a luz, gesto a gesto.
Decir que la fiebre es todo un trabajo de amor y de atención.
(Espérame, Anna, Valentin Vinogradov)

jueves, 12 de noviembre de 2015

más es más

... es cierto, no es la secuencia más loca de la película, pero es una secuencia muy bella, la joven y afilada y rubia Juliette le va a decir algo a Beethoven, algo que él cree que le hará feliz, algo que ella ya sabe que no le hará feliz, y entonces ella le pide que toque el piano, que mientras ella va hablando él vaya tocando, como se supone que hacían en los rodajes de las películas mudas, ir tocando la emoción que no se oirá, pero en este caso no es solo eso, no es tan solo cosa de darle color a la escena, en realidad lo que da la joven y afilada y rubia Juliette, que tiene algo de corazón, al pobre desgraciado que está a punto de ser Beethoven, es un hilo, esa música que va saliendo del corazón o de la cabeza o del alma del pobre desgraciado y que pasa por sus manos y por el piano y sale al aire y al tiempo, esa música es un hilo a seguir mientras dura la confesión que tanto le va a doler, un hilo al que mantenerse atento, un hilo de concentración que Beethoven puede seguir para no caerse, para no caer fuera de la vida, si la escena hubiese sido simplemente que a Beethoven el dolor de ese amor contrariado le hizo componer el claro de luna, pues habría sido lo de siempre, y eso es un problema, pero Gance no lo resuelve quitando lo de siempre, sino aumentándolo, dándole otra vuelta de tuerca, en Gance más es más, hay que ver a Beethoven con el cuerpo macizo de Harry Baur, la cabeza filmada desde arriba, enmarcada por un triángulo de sombra, aguantando el dolor sin dejar de tocar, aguantando el dolor porque no deja de tocar, porque el hilo de la música lo mantiene erguido, hay que verlo sin dejar de tocar cuando ella se levanta, cuando ella se aleja, sin dejar de tocar hasta la última nota, que suena cuando ella desaparece más allá de la puerta, más allá del alcance de la vista, y entonces, cuando ya está solo, cuando ya ha sonado la última nota, hay que ver cómo se quiebra el cuerpo de Beethoven, ya puede salir afuera el dolor, lo peor, en cierto modo, ya ha pasado, y una y otra vez sucederá esto en la película, la música será el hilo que mantiene la continuidad de la vida, un hilo frágil, muy frágil, al que hay que estar atento, muy atento, pero con el que se pueden cruzar abismos, como por encantamiento, mientras dure la concentración durará el encanto, una nota y otra nota y otra nota y otro plano y otro plano y otra plano, más es más, no se puede parar, si miras hacia abajo el encantamiento se romperá, sigue mirando al frente, sigue atento, sigue tocando, mientras dure la música la nada no podrá alcanzarte...
(Un gran amor de Beethoven, Abel Gance)